Un paisaje lejos de Madrid. La escena olvidada diez años atrás, y los primeros acordes de su guitarra desafinada. El cielo azul acompañaba y varias francesas toalla al hombro bajaban por un caminito vayado, buscando el paraíso de Cales de Mallorca. El exceso del día anterior se notaba en mi cabeza, las últimas vivencias con Baco el Dios del vino, me habían dejado echo polvo.
La claridad cristalina del Mediterraneo había encendido en mí una inspiración innecesaria ya que no había papel y boli, y él allí con su guitarra vieja y desafinada, diciéndome vamos a tocar alguna de esas que te sepas tú. No me acerqué. Las olas iban trayéndome más influencia, y me acordé de todos los santos devotos de mi abuela por no meter en la bolsa un jodido papel y un puto bolígrafo. Cosas del destino que me acerqué al hippie a tocar varias de Jefferson Airplane, Hendrix, y de The Doors. Los acordes eran algo parecidos pero desafinados claro, y tampoco es que nuestras voces eclipsaran a esos grandes lunáticos sesenteros. Las francesas de las toallas incorporadas a tal evento. El agua clara que ya iba perdiendo color mientras el azul claro del cielo desaparecía. El atardecer una suave despedida del astro rey, un hasta mañana y un beso lejano mandado a la Luna, desde el horizonte, sí, aquel donde el mar y el sol, parece que entran en sintonía, y se produce un color rojizo por las nubes. Él nos invitó a unas frescas cervezas y nos llevó a su casa y nos dio un gazpacho que hacía de su huerto balear.
Breve elogio a la máquina
Hace 1 año
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