Sonaban The Beatles en " El Callejón", en las escaleras lucían las piernas las gruppies, y allí estaba también Luci Fontana, una chica nacida en Milano a primeros de los ochenta, con su cigarrillo en la boca, su flequillo negro y sus uñas pintada de rojo putón, con unas converses compradas en Camden. Esperaba a alguien seguro y siempre miraba de arriba a abajo a las chicas modernitas, le gustaban igual que los hombres, éstos ya los había probado y sabía de que pie cojeaba cada uno que pasaba por las pasarelas del "Callejón", observadora Luci, no declinaba ninguna oportunidad que le lanzaba cualquier chico de la planta baja del subsodicho garito en pleno centro de Madrid.
Bailaban diversas chicas las canciones de estos astros británicos, diferentes personas encontradas en la pista de la planta baja, donde se cocía todo el rollo modernista, y a la vez vanguardista y pintoresco, ya que se citaban varias personalidades de la pintura, de diseñadores y de egocentristas modelos que sabían a lo que iban, mientras mostraban sus cuerpos delgados y camisas con tirantes, a veces parecía mas el Soho, que San Bernardo. Camisetas del Ché, muy pocas, más las de Blondie, y hasta te podías encontrar alguna de Dinarama, vaya casualidad encontrarte el rostro palido del señor Carlos Berlanga junto a Nacho y a Olvido, en una pose interesante.
Luci no me conocía ni siquiera me había dirigido la palabra, cuando mirandola fijamente sus ojos quedaron atrapados en los mios, y no fue capaz de hablar, me llevó al cuarto de la oficina, y allí me puso unos cuantos discos de vinilo de pop británico y francés, salí igual que entré, no pasó nada dentro, solo gocé del sonido mientras me intentaba emborrachar a base de Vodkas con limón, sin exito ya que no me ponía borracho, que cósmico parecía todo eso cuando se dedicó a ponerme discos más psicodélicos con sitares y citaras, un sonido muy diferente, pero que me atrajo mucho, creo que fue la piedra de toque para que pensara, si ese es el tipo de música que he buscado toda mi vida, y por una persona lo acabo de encontrar, que casualidad.
Dejé el garito buscando un nuevo lugar que me llenara algo más, encontré "poetas locos", en pleno Antón Martín, y entré encontrando esta vez poetas, pintores, actores, culturetas de mi gremio, parecía que estaba en otra época, como en los sesenta, o quizá los años veinte, buscando a un Dalí, a un Lorca o a un Buñuel, entre los citados, no encontré a ninguno, pero si que vi gente bastante interesante en ese lugar decorado con fotografías de un tal Eduard Penset, y libros de los artistas que se sentaban en las pocas sillas que tenía el local.
La música era distinta, ponían Bob Dylan bastante, Andrés Calamaro, Tom Waits, Leonard Cohen, y algunos más, había sentado un chico en el piano tocando, había venido del norte en busca de una oportunidad que esperaba entre canción y canción, repertorio que tenía sagrados a Jobim, y a Caetano Veloso, ya que siempre caía algo de ellos.