Había traspasado la frontera de la amistad, entre los dos no había secretos y vivíamos una vida muy parecida, pero no igual, era mayo del 2008 y la lluvia acariciaba con su delicadeza los rostros secos de Malene y mio, su guitarra era de color azul, con una foto pegada de Jim Morrison, el símbolo de la paz, y colorines, así muy hippies.
Leon Kozalswky, o sea yo, así me llamo, mi abuelo polaco, tuvo que huir de Polonia para llegar a Argentina a primeros de los 40, en plena segunda guerra mundial, mi padre nació en Buenos Aires y mi madre en Salamanca, una remezcla de culturas polaca-argentina-española y casi que italianas, ya que mi abuela era de origen genovés, mis padres se conocieron en Madrid a finales de unos 70 que prometían mejorías.
Malene y yo eramos de distintos lugares, los raros de una clase llena de españoles, algunos con la mano al alza obligados por sus padres y otros con el puño cerrado también obligados, Malene y yo pasabamos de derechas e izquierdas, casi que la misma mierda pero con la mano abierta o cerrada, daba igual, creo que por ello nunca los profesores nos cogieron manía, con quince años piensas en cuatro tonterías, y yo solo pensaba en dos, muy útiles, las clases y los fines de semana, mi objetivo aprobar con buenas notas y estudiar económicas, algo que el futuro me prohibió.
Marta, era una chica que había venido a estudiar publicidad a Madrid, venía desde su País Vasco natal, sus gafas de sol, y sus vestidos alternativos llenaban el armario de la otra habitación del piso en el que vivía Malene.
Marta fumaba tabaco y no bebía mucho, escuchaba Bloc Party, o Arctic Monkeys, Franz Ferdinand, un poco celosa, pero agradable, en esos momentos estaba en una época de no querer nada con nadie, algo que la venía bien según me contaba su compañera de piso. Marta no estaba muy integrada e nuestro circulo hippie, decía que demasiado ambiguo para sus gustos.
Breve elogio a la máquina
Hace 1 año
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