el sexo era algo superficial y normal en la vida juvenil de Pau, ya había encontrado debajo de la mesilla los primeros preservativos de la marca "durex", y me daba cuenta que se estaba haciendo mayor, que ya no eran los porros, ni siquiera el tonteo con las chicas, los besos y los bailes en las discotecas modernas que dejaban paso a los menores de dieciocho con una consumición que solo podía ser refresco.
Pau estaba hecho de otra madera que Jean, no era tan clasicista con la música, y ya había ido a algunos conciertos en la sala "Caracol" con su tio Sergio, de Extremoduro, o de Reincidentes, se movía más por los antros heavys que rodeaban la zona del "Valle del Kas".
Elena no era mas que una niña, y estaba superprotegida por su hermano, Pau con melena negra, y perilla a los quince años ya excitaba a las chicas con flequillo, que iban de alternativas, buscando un mundo perfecto e ilusionista, una mentira disfrazada solo para fines de semana en las discotecas que rondaban por la Gran Vía Madrileña. En uno de los encuentros de Pau con Sergio, éste le llevó a ver un estreno de un corto que se había rodado en la ciudad del Sena, Bajo la lluvia de luces parisinas, junto al Mont Matre y algún paraíso perdido entre las cuatro paredes de una casa en la que habían vivido pintores refugiados de la guerra civil española, y escritores bohemios del siglo XIX, bajo la denominación de los "Simbolistas". Pau adquirió sus primeros contactos con el cine y con la historia, esta vez más cercana explicada por su tio menor.
Ignacio era el actor, compañero de Sergio, un joven con ganas de comerse el mundo y que venía desde Gasteiz buscando el pan, o el papel de una película que le llevara a conseguir retos importantes. Contaba cuentos en el metro y era admirador de esas cerillas, Garibaldi, creo que se llamaban, era muy compañero de Sergio, se iban de fiesta, y bebían vino tinto reserva del 83, un ribera muy sabroso, Pau fue el tercero en una de las mejores tardes del domingo del 2003
Dedicatoria: a Ignacio por ser fiel, por ayudarme a no perderme en esta historia, gracias, algún dia cuando la acabe será merecido un cafe, en algun lugar del centro
Breve elogio a la máquina
Hace 1 año
2 comentarios:
Sí. Hay merecido un cafe, porque la Historia es muy buena,
Gracias por hacerla.
Me hubiera gustado que hubieras conocido tantos sitios, pero quizá la sala Canciller, la más desconocida pero la más auténtica, te hubiera alucinado.
Jean, la obra es tuya y los demás la leemos y te lo agradecemos. Sólo deseo que nunca pierdas la libertad para contarnos estas cosas.
Por supuesto que me gusta y siempre te agradeceré tus palabras. Tú pones el café y yo pongo las cervezas y algo para picar (el Bocaíto es un buen sitio para empezar).
Gracias, Ignacio
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